Amelia era una niña aventurera y audaz. Trepaba a los árboles, se deslizaba en trineo... A los diez años vió un aereoplano por primera vez. Con el tiempo, su sed de aventuras se concretó: sería piloto.
Enid, en cambio, adoraba la literatura y la música. Lo que más le gustaba era escribir e inventarse mundos y aventuras. A los trece años, participó en un certamen de poesía y desde entonces no dejó de escribir.
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