En lo más profundo del mar, en un lugar al que los seres humanos nunca han podido llegar, se encontraba el Reino de las sirenas. Y entre ellas Coral, una sirena que siempre iba acompañada de su mejor amiga, Bibiana, la tortuga marina. Eran atrevidas y se pasaban el día visitando los lugares más bellos del reino.
Una tarde, Coral y Bibiana iban nadando juntas cuando, de pronto, se les acercó un pez espada.
"Hola", dijo con una gran sonrisa. El pez espada siempre estaba solo y había decidido buscar algunos amigos con los que nadar. Coral y Bibiana casi no le prestaron atención, se alejaron y lo dejaron solo. El pez espada se puso muy triste. Aunque enseguida se dio cuenta de que Coral y Bibiana nadaban hacia una zona muy peligrosa y decidió seguirlas manteniéndose a cierta distancia. Al rato, vio a la sirena sentada en una roca. Estaba sola y parecía muy triste.
"¿Te ocurre algo?" le preguntó, preocupado.
"Sí" respondió Coral casí llorando. Bibiana se ha quedado atrapada en una red y no sé cómo ayudarla.
La sirena era todavía muy joven y no sabía que en algunas zonas del mar navegaban barcos pesqueros. Estos barcos lanzan sus redes al mar y atrapan en ellas a los animales marinos.
"Bueno, no te preocupes" respondió el pez espada. "Sé lo que hay que hacer. Quédate aquí, que estarás a salvo. Yo me encargaré de rescatar a tu amiga". Y nadó un buen rato hasta que, al fin, vio la red. Era como una tramapa gigante. Con mucho cuidado para no hacer daño a ningún pececito, y tampoco a Bibiana, el valiente pez espada se acercó a la red y empezó a cortarla. Los primeros en liberarse fueron los peces, que salieron en tropel, como si temieran quedarse cerca de la red. Y después salió la tortuga.
"Muchas gracias" dijo Bibiana mirando al pez espada a los ojos. Estaba avergonzada porque sabía que no se había portado bien con él.
"No hay de qué" respondió el pez. "Ven, sígueme". Y un poco más tarde, se encontraron con la sirena.
Coral se alegró tanto al ver a su amiga sana y salva, que la cogió de las aletas y empezó a bailar. Después, se volvió hacia el pez espada y le dijo: "Muchas gracias por salvarle la vida. Se llama Bibiana. Y yo soy Coral..."
"Coral es un nombre precioso" respondío el pez espada. "Y tú has sido muy valiente" añadió Coral.
La sirena tenía razón porque, al cortar la red, él mismo se podía haber quedado atrapado. Y desde aquel día, el valiente pez espada, la tortuga Bibiana y la sirena Coral fueron amigos para siempre. ¡Y fueron los exploradores más divertidos del fondo del mar!
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