Lena era una niña que nunca le hacía caso a sus padres. Tenía 8 años y ella quería que sus padres le hicieran caso. Así que un día pensó ir a casa de una bruja para que le diera alguna poción para sus padres.
Ella decidió ir, salió de casa y le preguntó a un policía que dónde era la brujería. Le dijo que estaba en la calle Lluvia, número 17, así que fue a la calle Lluvia y allí llovía.
Llegó a la casa 17 que era donde decía y se empapó de agua. Cuando entró, le explicó todo a la bruja y le dio terrones de azúcar. Cuando llegó a su casa se lo echó en las tazas de té y esperó a que llegaran su padres. Sus padres se lo tomaron y cada vez que no la obedecían, bajaban de estatura. Hasta que se cansó, fue a la brujería y ahora era en la calle Tormenta, así que había tormenta.
Cuando entró la bruja le dijo que la segunda cita valía dinero, así que ella no sabía qué hacer y decidió irse.
Con el tiempo, los padres fueron creciendo. Y Lena no los desobedeció nunca más.
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