No hay animal con más porte que un gato, pero también es cierto que no hay nada menos elegante que un gato mojado, no les sienta bien el agua.
Aunque hay algunos gatos que les gusta el agua, la gran mayoría parece odiarla.
Los científicos creen que lo más probable es que la aversión al agua de los gatos proceda de sus ancestros y su hábitat original. Los gatos habían vivido siempre en desiertos, así que apenas tenían experiencia con el agua, nunca tuvieron que enfrentarse a ella ni aprender a nadar.
Existen estudios que demuestran que los parientes más cercanos de los gatos domésticos son los gatos salvajes de África y Europa y el gato del desierto chino. Desde que los humanos empezamos a domesticar gatos, los hemos protegido del agua. Aunque los gatos domésticos saben nadar, la mayoría de ellos no les gusta, porque al estar en constante movimiento les resulta fastidioso y les parece agotador.
Además, por su tipo de pelaje, les resulta difícil secarse. Aún así existen felinos que son perfectos nadadores, como el Turkish Van o el gato pescador.
Los dueños de los gatos también podemos acostumbrarlos a bañarlos de pequeños aunque esto no se recomienda, porque puede secar la piel del animal y eliminar las feromonas esenciales. Además, nuestros gatos pueden mantenerse limpios por sí solos gracias a su saliva y a su lengua rasposa.
Si tienes un gato adulto y nunca lo has bañado NI SE TE OCURRA INTENTARLO, se convierten en unos auténticos gremlins. Garras y dientes por todos lados.
Leyendo esto seguro que estás pensando en tu gato que se pasa horas mirando cómo gotea el agua del grifo, y cómo mete la patita en la bañera y sorbe de ella.
La verdad es que no es el agua lo que le interesa al gato. Le interesan la luz, el ruido y los movimientos, siente esas gotas como una presa potencial.
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