lunes, 8 de febrero de 2021

ANÉCDOTA: TODAS LAS VECES QUE ME HE DESMAYADO

 Supongo que ya todos lo saben, pero yo me he desmayado muchas veces, y casi todas las veces han sido por agujas. Aquí os voy a contar mi experiencia, que no ha sido de lo más agradable, la verdad...

La primera vez fue en 1º. Yo iba camino de cumplir los 7 y tenía una neumonía. Cuando ya me estaba curando, los últimos días, mi madre me dijo que teníamos que ir a Linares para que me sacaran sangre, y esa fue la primera vez que me hicieron una analítica. Lo que no sabía es que soy una sensible a las agujas, pero eso yo no lo sabía, ya que lo que a mí me da miedo no son las agujas, es el pinchazo. Me sentaron en la camilla, me desinfectaron el brazo (que siempre es el izquierdo) y miré para otro lado. No quería verlo, tenía miedo. Me pincharon y me dolió muchísimo. Y justo cuando me iban a sacar la aguja, me desmayé. No sentí nada, pero al despertarme sentí una sensación de confusión, como si no supiera dónde estaba, y no lo sabía, pero luego me acordé. Mi madre estaba que le iba a dar algo y yo sólo quería llorar. Luego mi madre me compró una muñeca, no sé por qué. 

La segunda vez fue porque yo tenía una verruga en el brazo, justo en el izquierdo. Yo me ofrecí primera para que me la quitaran, ya que mi hermana también se iba a quitar una. Me dolió el pinchazo de la anestesia, y aún así, sentía cómo me quemaba. Después de que terminara, me senté en frente de una mesa al lado de mi madre. Al principio todo iba bien, pero de repente empecé a marearme y no supe nada más. Me desperté debajo de la mesa con mi madre y dos enfermeras encima de mí, con las piernas hacia arriba. Cuando desperté sólo quería llorar. Mi madre me dijo que había tardado mucho tiempo en despertar, como unos 40 segundos. Hasta llamaron al 112. Y después de eso nada más. 

Luego, otro día me desmayé en clase. Estábamos en tercero o cuarto, no sé. La profesora preguntó algo y yo que iba con toda mi buena fe para responder, levanté la mano pero al hacerlo me di en la muñeca con el borde de la mesa. No quería llorar así que me reí pero volví a bajar la mano ya que me dolía mucho la muñeca. Pero ahí fue cuando me desmayé. Me desperté medio tirada en la silla y no sabía que hacer, entonces me di cuenta de que nadie se dio cuenta. Y me puse a llorar. Luego me fui a mi casa. 

Y creo que la última vez fue este verano, si no se me ha pasado ninguna. Me tenían que hacer otra analítica por un problema de la espalda. Yo, obviamente, no quería porque sabía lo que iba a pasar, pero mis padres me ignoraron. Llegué a la consulta y me acuerdo que había dos médicos, uno de prácticas y otro que supongo que era profesional. Me tumbé y me desinfectaron el brazo (el izquierdo, cómo no) y giré la cabeza hacia otro lado para no verlo. Sentí el pinchazo pero no grité, no lloré, no hice nada, sólo apreté los ojos fuertemente y esperé a que terminara. Me sacaron la aguja y me dieron un trozo de algodón para que me dejara de salir sangre. Nada más rozar el algodón con mi brazo yo ya había quedado desmayada. Me desperté con los pies en alto y los dos médicos, mi padre y mi madre mirando si me despertaba. Mi madre tenía cara de que le iba a dar algo y mi padre no sabía si reír o llorar. Me dijeron que cuando me encontrase bien que recobrara la postura y me sentara. Como soy una impaciente, me senté a los 10 segundos de que me lo dijeran y a los 10 segundos de sentarme me volví a desmayar. Otra vez me volví a despertar con la misma imagen, esta vez no me dejaron sentarme. Pasaron unos minutos y con mucho cuidado para que no volviera a suceder me sentaron en una silla de ruedas y me llevaron así por todo el hospital. Me sentía la reina del mundo. Luego me metieron a una consulta donde me revisaron y me dejaron ahí por unos 20 minutos para recuperarme. Mi padre me compró un batido y estuve contándole todo a mi hermana por teléfono. 

Lo repetiré todas las veces que hagan falta: soy un desastre. 

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