A ver, yo invité a Nerea y a mis vecinos para celebrar mi santo, y claro, como es en verano, pues estuvimos toda la tarde en la calle y, sobre todo, jugando al padel. Hicimos los equipos y empezamos a jugar. Nerea íba conmigo y, como no habíamos jugado nunca por equipos, pues le di a Nerea en la mano y se hizo daño. Luego me dio en la cara y me hinqué las gafas.
Luego ya sabíamos jugar bien, paramos para beber agua y mi vecino Daniel le dijo una cosa a Nerea (que mejor no cuento) y Nerea, gritando, me dijo: -¿Eso es verdad? y le pregunté: -¿El qué? y como no la entendía, pues no dije nada.
Claro, de la emoción, Nerea se tiró al suelo y venía una bicicleta y por poquitas la atropella. Al final, lo que creía Nerea que le dijo mi vecino, lo entendió mal. Era otra cosa.
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