Yo estaba con María en Málaga (todo me pasa en Málaga, ehh), este verano. Se supone que estábamos "durmiendo". Eran las 3 a. m. y María tenía una lámpara con forma de luna. Un mosquito estaba en la lucecita y María y yo nos estresamos, aparte, no queríamos acabar con picaduras al día siguiente, así que, como también tenía hambre, decidimos subir a la cocina (a por comida y a por el insecticida para moscas, que está debajo del fregadero). Íbamos con la linterna de mi móvil y con mucho cuidado para no hacer ruido. María sujetaba el móvil mientras yo buscaba el insecticida para moscas. Como no lo encontraba empecé a darle todos los sprays que encontraba a ella e iba cargada. Al final lo encontré y cuando me giré para dárselo, tenía una cara muy graciosa que no sabría cómo describir. Era muy graciosa y yo me empecé a reír. Despertamos a mi madre y a mi tía (que también estaba en Málaga con nosotros) y sin querer, eh, y yo cogí las galletas rápido para bajar corriendo. Bajamos y le echamos el spray al mosquito, hasta que se murió, pero mi tía nos pilló y nos mandó a dormir.
Moraleja: no le des sprays a María porque se le queda cara de tonta, te ríes y os regañan.
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