Esto pasó este verano, cuando el mosquito. Era por la mañana y María, mi tía, mi madre y yo íbamos a ir a la playa. Nos íbamos a quedar allí hasta por la noche e íbamos a comer allí y todo ese rollo. Yo me llevé la tabla de surf, la colchoneta, las palas, la táblet,... de todo, vamos. Cuando llegamos a la playa, nos pusimos en una zona donde hay palmeras y el suelo no es de arena sino de césped también y tenía su distancia del mar. María desapareció de mi lado y no sabía dónde se había metido así que la fui a buscar a la orilla. Claro, yo tan lista, que iba descalza porque en el césped no quemaba el suelo, no me di cuenta de que no había cogido las chanclas y me fui tan campante, pero no muy lejos. Nada más dar el tercer paso pegué un grito que casi toda la gente se giró a verme y yo salí corriendo como pude de la arena porque me estaba reventando los pies. Pero tenía que encontrar a María. Si es que no, María, si es que no,... Pero como siempre, soy tan lista yo, que seguía sin recordar la existencia de las preciosas chanclas (que eran horrorosas, pero bueno). Esta vez pillé carrerilla hasta la orilla a duras penas, donde corriendo le eché arena en la cara a un hombre, pero cuando me iba a parar para disculparme, me acordé de por qué estaba corriendo. Sentí cómo me quemaba la arena en mis pies y volví a salir corriendo. Cuando por fin llegué a la orilla, que no estaba cerca, me acerqué lo más rápido posible al mar para mojar mis pies. Claro que como siempre, algo más tendría que pasar (y obviamente no iba a ser bueno). Me caí tratando de esquivar a un niño (que no tengo ni idea de dónde salió) que venía corriendo en la dirección contraria a mí. Al meterme al mar me pinché con las piedras y me caí provocándome un planchazo. Luego salí del mar y vi que María se estaba mojando los pies. Creo que no vio nada. El caso es que estuvimos literalmente toda la mañana en el mar. Comimos un sandwich de patatas y huevo creo, y fuimos a comprar las bebidas a un quiosco. Pero lo hizo María porque, como siempre, mi vergüenza va primero. Cuando terminamos de comer María se fue otra vez al mar y yo me puse a ver una serie, claro que sí. Luego me cansé de la serie y me fui al mar con María, pero se me olvidó la crema solar o como se llame eso. Había remolinos pequeños y tuvieron que intervenir los socorristas un par de veces y a María y a mí nos arrastraban hacia la izquierda sin darnos cuenta. Para la izquierda es donde estaban los remolinos y un socorrista se dio cuenta y vino a llamarnos la atención. Nos dijo que teníamos que irnos hacia la derecha o salirnos del mar. María salió con ayuda del socorrista porque era muy difícil, y cuando iba a salir yo, porque lo estaba intentando, no pude. El socorrista me extendió su mano para ayudarme a salir pero como ya dije, mi vergüenza va primero. Hice como que su mano no existía y después de mucho esfuerzo logré salir por mi cuenta.
Cuando ya iban a ser la nueve de la noche, estábamos por irnos. Mi madre, mi tía y María, estaban muy morenas, parecían un conguito. Y luego estaba yo, que parecía un cangrejo. Literalmente no podías ni rozarme sin que yo soltara un quejido de dolor.
Un desastre soy, un desastre.
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