Esto me pasó con 5 años. Yo estaba en la casa de mi abuela y estaba corriendo. Entonces me dio sed y, como no encontraba la botella, cogí el pompero que me acababa de comprar. Es que no pude ser más tonta, pensaba que era agua, y me lo bebí. Después de un rato, me dio hipo y no sabía por qué. Cuando me vio mi abuela con el pompero recién comprado en la mano me dijo: "¿¡Elena, pero que has hecho!?".
Y yo con cara de buena e inocente: "Que me he bebido el agua del pompero".
Llama corriendo a mis padres, me llevan al médico y me dicen que me tenía que quedar allí una semana y que me tenían que dar un montón de medicamentos (o algo de eso) para vomitar el agua del pompero. Pasé muy mala semana.
Desde ese día nunca en la vida me han gustado los pomperos.
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