Érase una vez o hace mucho tiempo, un matrimonio de zapateros tan pobres que solo tenían cuero para hacer un par de zapatos. Por la noche, el zapatero empezó a cortar el cuero, pero tenía tanto sueño que se fue a dormir... A la mañana siguiente, el zapatero se encontró los zapatos terminados sobre la mesa, y dijo:
-¿Quién los habrá terminado? -exclamó sorprendido, y enseguida pensó:
-Podría venderlos, y con el dinero podré comprar más cuero.
Y así lo hizo, los vendió, y compró más cuero. Al volver a casa, el zapatero le contó a su mujer lo que había ocurrido e idearon un plan: esa noche, dejaron más cuero para ver lo que pasaba, y esa noche ocurrió algo sorprendente. Cuando dieron las 12, los duendecillos entraron por la ventana. Aunque temblaban de frío, cogieron el cuero, y rápidamente se pusieron a trabajar. Al amanecer, los duendes, terminaron su trabajo y desaparecieron. El zapatero y su mujer no salían de su asombro: ¡Aquellos zapatos los habían hecho unos duendes!
Al día siguiente, el zapatero vendió los zapatos. Como eran tan bonitos, le pagaron mucho dinero por ellos. Y así pudo comprar comida, cuero y leña para calentarse. Pero la mujer del zapatero no hacia más que pensar en los duendecillos…
-Ahora nosotros no necesitamos nada, pero ellos seguro que tienen frío. Deberíamos ayudarlos – le dijo su marido. Y así lo hicieron. El zapatero y su mujer fabricaron vestidos y zapatos para los duendes. Cuando anocheció se escondieron de nuevo en el armario.
A las doce, los dos duendecillos entraron por la ventana. ¡Qué sorpresa se llevaron! ¡En vez de cuero, encontraron ropas y dos pares de botitas muy lindas!
Los duendes se vistieron con aquellas prendas tan abrigadas y se calzaron con las botas. Y así, tan relindos, se fueron ………………………………………
¡A otro cuento!
FIN
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